Jueves, 10 de marzo

Las tardes de los jueves que recojo a Nico de la escuela y luego venimos a comer a la casa se transforman en experimentos de lo que creo que son mis futuros recuerdos. Hoy a mi mamá se le subió mucho, o muy rápido. Primero estaba chispa, y contó anécdotas que hicieron reír a Nico a carcajadas. Una de ellas era sobre una chamarra que llevaba el día que conoció a mi papá. Hacía mucho que no hablaba de él con cariño. La chamarra que luego, nos aclaró, más bien era un rompevientos blanco, estaba en el coche de un amigo que la llevó a la fiesta y que literalmente se fue a dormir al auto mientras mis papás intercambiaban sus babas a menos de una hora de haber dicho yo me llamo Lulú ¿y tú?, yo Tito, qué onda. O tal vez fue al revés, primero se presentó él y luego ella, no sabemos. El caso es que la chamarra que más bien era un rompevientos blanco hubo que ir a recuperarla después de estos eventos salivosos al auto en donde el amigo de mi mamá estaba dormido y probablemente abrazado de la famosa chamarra que no era chamarra sino un rompevientos blanco. Me pasas mi chamarra, es que ya vinieron por mi, o algo así, le habrá dicho ella y el tipo se habrá quedado sintiéndose un idiota, creemos. Así o más perdedor, dije yo o dijo Nico, ya no sé y con anécdotas así es que nos estuvimos riendo toda la comida. Yo era muy simpática, dijo mi mamá. Eres, corrigió Nico, con lo cual la vi ponerse contentísima.
Después le contó de cuando su mamá grande le dijo, prueba, para que sepas a qué sabe, mete aquí el meñique, es cognac y ella, mi mamá que entonces tenía 10 años como casi los tiene hoy mi hijo, metió el meñique y probó y dijo sabe horrible. Y al tiempo que le relataba esto, le dijo a Nico prueba, para que sepas a qué sabe, así me enseñaron a mi cuando tenía tu edad, mete aquí este dedo, es mezcal y Nico metió el meñique y probó y dijo sabe horrible. Contar la anécdota se convirtió de pronto en una nueva anécdota, la anécdota de cuando mi mamá le dio a probar alcohol a mi hijo relatando cuando a su vez a ella le dieron a probar alcohol. Es la meta-anécdota, o algo así.

Luego al subirse el niño a hacer la tarea mi mamá se quebró, y habló del dolor e indirectamente de la muerte. Yo como siempre callaba sin saber qué decir aunque al final diga algo que nunca sé si estuvo bien o sirvió de algo pero decir algo es mejor que nada, supongo. Mi mamá vomitó y volvió a vomitar, aunque comió apenas un poco de jamón serrano y chicharrón. Fue el chicharrón. No, fue el jamón. Más bien fue la grasa, dijimos. 

Mientras, el niño se tomó dos bolsitas de salsa Valentina como si se tratara del mejor postre hasta que, quién sabe cómo, se metió chile en el ojo y tuvo que correr a enjuagarse al baño del otro piso pues en el más cercano estaba mi mamá que seguía mareada y vomitando, creemos. No hizo la tarea hasta que vine a presionarlo pues había estaba muy entretenido viendo videos de Youtube y tomándose las bolsitas de salsa Valentina. Luego se bañó y mandó la invitación a la fiesta de celebración por su décimo cumpleaños. Yo tenía trabajo pendiente y creo que ya no lo voy a hacer pues aún falta la cena en la que tal vez surja otra anécdota o meta-anécdota.

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